Esta mañana ha sido un día de paseo por la sierra, un día precioso de sol, que ya hacia días que no veíamos, pero por unos caminos destrozados por las torrenciales lluvias de estos días pasados.
Al paso por un barranco, el cual se había desbordado y se notaba la linde de la crecida, recordé los cuidados que hay que tener cuando se atraviesa a caballo un arroyo crecido y se va con capote de montar.
Los capotes de montar al pasar por un arroyo crecido o por cualquier cauce de agua, que no sepamos lo que nos podemos encontrar debajo de esas aguas fangosas y en crecidas, hay que quitárselo, terciarlos delante de la montura y cuando hallamos pasado la corriente, se lo vuelve uno a poner.
Mi padre, gran caballista y hombre de campo, siempre nos lo decía y repetía constantemente, !cuando paséis un arroyo crecido, quitaros el capote, lo terciáis y cuando paséis os lo volvéis a poner!.
Un día de invierno, para más señas un 28 de Diciembre, tuve que ir al campo para revisar si los cochinos necesitaban más pienso y para llegar hasta la majada, tenia que pasar un gran arroyo, -me dijo mi padre que si el arroyo bajaba muy caudaloso, cambiara de camino y pasara por un puente cercano-, ni me acorde de la recomendación, así que me puse a pasar el arroyo, con la desagradable consecuencia, de que me arrastró corriente abajo, caballo y jinete. Al bajar con tanta fuerza el agua, llego un momento que en un golpe con una adelfa, nos lanzo por un lado al caballo y por otro al jinete, y aquí empezaron mis problemas, ya que llevaba puesto el capote, capote de los antiguos, los de esclavina cerrada con tres correas de cuero y capa que cubría a todo el caballo. Segundos o minutos de angustias, no los recuerdo, ya que en esos momentos de agonía, se te pasa toda una vida por delante, ya que nada más caer al agua, el capote me envolvió y me sumergió. Por fin después de muchos esfuerzos me pude deshacer del capote y salir a la superficie. Agarrado a una adelfa me pude quitar la pelliza y los guantes, para salir a nado hasta la orilla.
Otra odisea fue el buscar al caballo, el cual se encontraba en una isla, barranco abajo, que formaba el arroyo, así que tuve que nadar hasta la isleta, montarme en el caballo y sacarlo otra vez del arroyo.
Odisea que termino bien, pero que si me hubiera quitado el capote, antes de entrar al agua, no lo hubiera pasado tan mal. Ya que todo lo más es que me hubiera mojado pero no casi ahogado.
Enseñanza que quiero que tengáis muy en cuenta, sobre todo los Jóvenes Jinetes, ya que eso me paso siendo muy joven y sobre todo por no hacer caso a los consejos de mi padre. Cuando se intenta pasar un cauce caudaloso y más si está crecido y con la fuerza de una barranco en la sierra, hay que pensárselo dos veces, ya que os puede pasar un grave accidente, como a mi me paso y que me pudo costar muy caro.
Saludos de Gabriel.
Al paso por un barranco, el cual se había desbordado y se notaba la linde de la crecida, recordé los cuidados que hay que tener cuando se atraviesa a caballo un arroyo crecido y se va con capote de montar.
Los capotes de montar al pasar por un arroyo crecido o por cualquier cauce de agua, que no sepamos lo que nos podemos encontrar debajo de esas aguas fangosas y en crecidas, hay que quitárselo, terciarlos delante de la montura y cuando hallamos pasado la corriente, se lo vuelve uno a poner.
Mi padre, gran caballista y hombre de campo, siempre nos lo decía y repetía constantemente, !cuando paséis un arroyo crecido, quitaros el capote, lo terciáis y cuando paséis os lo volvéis a poner!.
Un día de invierno, para más señas un 28 de Diciembre, tuve que ir al campo para revisar si los cochinos necesitaban más pienso y para llegar hasta la majada, tenia que pasar un gran arroyo, -me dijo mi padre que si el arroyo bajaba muy caudaloso, cambiara de camino y pasara por un puente cercano-, ni me acorde de la recomendación, así que me puse a pasar el arroyo, con la desagradable consecuencia, de que me arrastró corriente abajo, caballo y jinete. Al bajar con tanta fuerza el agua, llego un momento que en un golpe con una adelfa, nos lanzo por un lado al caballo y por otro al jinete, y aquí empezaron mis problemas, ya que llevaba puesto el capote, capote de los antiguos, los de esclavina cerrada con tres correas de cuero y capa que cubría a todo el caballo. Segundos o minutos de angustias, no los recuerdo, ya que en esos momentos de agonía, se te pasa toda una vida por delante, ya que nada más caer al agua, el capote me envolvió y me sumergió. Por fin después de muchos esfuerzos me pude deshacer del capote y salir a la superficie. Agarrado a una adelfa me pude quitar la pelliza y los guantes, para salir a nado hasta la orilla.
Otra odisea fue el buscar al caballo, el cual se encontraba en una isla, barranco abajo, que formaba el arroyo, así que tuve que nadar hasta la isleta, montarme en el caballo y sacarlo otra vez del arroyo.
Odisea que termino bien, pero que si me hubiera quitado el capote, antes de entrar al agua, no lo hubiera pasado tan mal. Ya que todo lo más es que me hubiera mojado pero no casi ahogado.
Enseñanza que quiero que tengáis muy en cuenta, sobre todo los Jóvenes Jinetes, ya que eso me paso siendo muy joven y sobre todo por no hacer caso a los consejos de mi padre. Cuando se intenta pasar un cauce caudaloso y más si está crecido y con la fuerza de una barranco en la sierra, hay que pensárselo dos veces, ya que os puede pasar un grave accidente, como a mi me paso y que me pudo costar muy caro.
Saludos de Gabriel.
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